miércoles, 25 de julio de 2012

Programa doble: zarzuela

   Hacía tiempo que no veía nada tan malo en el teatro. Ayer asistí en el coqueto teatro Alcazar (hoy teatro Cofidis) a una representación de dos de las zarzuelas más chulaponas: Agua, azucarillos y aguardiente y La verbena de la Paloma. El acto se prometía muy feliz, sin embargo, al comenzar los primeros compases ya advertí que algo no iba a ir bien: la sonoridad de la sala dejaba algo que desear y, lejos de desplegarse la música con toda su intensidad, comenzó tímidamente con un volumen bajo y lejano.

   La primera escena de Agua... resultó empalagosa a más no poder, y no por "esa niña de confitería" y su madre. La intromisión de un Aquilino catalán hizo que fuera insoportable. Por otro lado, el continuo ir y venir de morcillas a parte de estropear un magnífico y ligero verso, hacía que aquello pareciera más los restos de la matanza del cochino que una representación teatral. 

   La orquesta siguió sonando, ahora algo más animada. En el coro, mientras se mascaba la tragedia: error de una de las niñeras (la más alta y delgaducha). resultado: cacofonía. Esta muchacha aún se equivocó dos veces más. 

   Otro de los problemas es que los actores dudaban continuamente del texto (sin comentarios). Y una sensación de sobreactuación exagerada se apoderó de toda la sala.

   La segunda parte fue, si cabe, mucho peor. Si la Paloma hubiera estado escuchando hubiera bajado de sus altares y les hubiera echado una terrible reprimenda. Sobre todo a Julianillo, que a pesar de "tener madre", adornó algunos de sus momentos musicales con un "na naná" que yo no recordaba en la partitura original.
La luz etridente, el vestuario repetido y grande para algunos, muy justo para otros...

   Pero no todo fue malo. Sobresalía la voz de Manuela-Rita y la actuación más veterana de Tía Antonia-Hortensia y una chica del coro que no sé muy bien cómo referir. También fue precioso el momento de la cantadora de La verbena.

   Ante tamaña falta de profesionalidad fui incapaz de aplaudir al final del hecho; pero hoy, visto con perspectiva, me parece bien que existan estas cosas tan sin sustancia para poder apreciar las buenas. Abur.

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