-¡Que estoy muy locaaa!- Lo había dicho infinidad de veces.
Aquella mañana se levantó y fue a hablar con el presidente.
-¿Cómo saldremos de esta?- preguntó.
-Sinceramente, no lo sé.
Muy despacio se acercó a la percha donde tenía el bolso y
sacó la pistola. La luz que entraba por la ventana se reflejó en un extraño
rayo plateado. Solo tenía una bala...
Cuando llegó a su casa no recordaba nada de lo que había
pasado. Se desnudó y metió la ropa en lejía para ver si quitaba las manchas de
sangre de su camisa nueva.
2 comentarios:
Qué bien!! Ahora puedo seguirte por aquí también! (con lo que te gusta que te sigan, jaja).
Me encanta este texto.
Un besazo.
Bego
Si todos los que me siguieran fueran tan ilustres como tú, no me importaría nada
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