Se levantó una mañana y echó a andar.
No sabía hacia dónde dirigirse, lo dejó en manos del destino. Por apetencia iba ora a la derecha, ora a la izquierda... A veces seguía recto un buen trecho.
Pasaba por caminos de piedra, de arena, carreteras asfaltadas, por puentes, cruzaba ríos con los pies descalzos... Parecía que no iba a llegar a ningún lugar cuando, por fin, vio a lo lejos unas grandes puertas doradas.
Se acercó hacia ellas con gran emoción, despacio. Llegó al cabo de un rato y junto al portón un cartel rezaba:
BIENVENIDO AL EDÉN
San Pedro le desea una feliz estancia
(Hacia 2007)